20 septiembre 2012

sesenta y dos

Dos años dices que hace que nos conocemos, yo sinceramente no sabría decirte. Por lo visto hablamos por teléfono, la segunda vez que escuché tu voz me encantó, y me tuviste que recordar que ya la había escuchado, esta memoria otra vez. A lo largo de este tiempo no han sido pocos los intentos de encontrarnos pero la geografía y la moral se unieron para impedirlo. Al final, excusas, porque en el fondo todos tenemos la doble moral de “quiero estar contigo, ven a verme” y el orgullo de “si quieres verme, ven tú”.

Nunca te hice demasiado caso porque estabas lejos y no iba a ir “hasta allí” para un simple encuentro, por mucho que me apeteciese. Tú tampoco ibas a venir, supongo que por la misma razón, entonces me lo tomé todo como un juego. Después durante un tiempo hablamos más y me caíste cada vez mejor, pero seguía pensando que no iba a ir “hasta allí”. Luego te fui conociendo físicamente y me encantaste y entonces empecé con mis cosas, con estas cosas que me impiden dejarme llevar, estas cosas que me hacen no entender el interés que alguien como tú puede tener en alguien como yo. Así el juego se volvió cada vez más apetitoso y más irreal en mi cabeza. Más apetitoso por ti, porque te conocía más y mejor; más irreal porque cada vez consideraba más lejana la posibilidad de reciprocidad y el miedo al rechazo comenzaba a formar una bola enorme dentro de mi cabeza. Pensé muy en serio ir “hasta allí” las últimas veces que me lo propusiste, porque me apetecías demasiado, pero ¿si decías que no? ¿si me dejabas tirada? Nunca me expondría a tal posibilidad porque la catástrofe emocional podría ser de dimensiones descomunales.

Lo cierto y verdad es que desde el principio las ganas no han sido pocas y después de tanto tiempo, la casualidad ha querido que nos encontremos en la misma ciudad. Tengo que reconocer y reconozco que gracias a ti supimos de esta coincidencia. El azar jugó a nuestro favor y un cúmulo de circunstancias nos llevaron a encontrarnos en una mañana ajetreada y con poco tiempo disponible. En mi cabeza ganas y miedo, el mismo miedo de las otras veces, al menos esta vez si no aparecías tan sólo me supondría unas horas junto a un libro y un café.

Te vi llegar a lo lejos, mirando distraído los últimos mensajes que te había enviado. Coincidimos a ambos lados de un semáforo en rojo que se me hizo eterno y por fin nos tuvimos enfrente. Tenía un día realmente largo por delante, había dormido en casa de una amiga donde casi no tenía ropa ni medios con los que acicalarme, iba realmente hecha un desastre y tú lo primero que pensaste al verme fue tenerme en tu cama (yo sigo sin entenderte). Por fin pude darte un abrazo que me devolviste acompañado de una sonrisa que me encandiló y me hizo desearnos desnudos, aunque esta idea ya llevaba tiempo rondándome la cabeza.

Subimos esos cinco pisos de escaleras que no hicieron más que abrir el apetito, en el tercer piso nos probamos, coincidimos en besos y mordiscos que continuarían escalones más arriba. Estábamos al borde de la desesperación, lo habíamos deseado tantas veces y por fin lo teníamos a nuestro alcance, las ganas nos podían por momentos, con la misma facilidad nos destapábamos que nos volvíamos a recomponer la ropa, ese instante había que disfrutarlo, con calma, pero ambos sabíamos que en el fondo solo queríamos explotar. Aun así contuvimos fuerzas e hicimos gala de todo lo que habíamos hablado. No sin esfuerzo calmamos la locura y todo fue a pedir de boca. Tardamos en perder la ropa, lo que contribuyó aun más al deseo y por fin no pudiste más, sólo con las braguitas, las hiciste a un lado y te sentí, tú ardiendo y yo empapada de placer. Sólo probaste un poco que me dejó con ganas de más, de mucho más. El desnudo se completó y entonces todas las sensaciones aumentaron, el calor más cerca, tú tan adentro, yo tan lasciva. Por suerte el tiempo se pudo alargar, nos disfrutamos y sobre todo nos divertimos, al fin pudimos jugar a tenernos.

Esa misma tarde intercambiamos mensajes sinceros y más tarde otros más prometedores. Ayer mismo, motivo que me incitó a escribirte, encontré en tu twitter "(...) guitarrista (...) lector y escritor hambriento, filósofo vaso en mano (...)" y acto seguido pensé “no, si al final vas a ser tú”.

Por el momento solo puedo decir que me divertí como niña pequeña con juguete nuevo y que ojalá esta pequeña coincidencia espacio-temporal se prolongue indefinidamente.

Espero convertirme en “tu rincón favorito de Madrid”. 

31 julio 2012

cincuenta y nueve

01: o de cuando te apuntas a un plan improvisado con amigos
           los planes improvisados resultan incluir buena música y sidriñas
           los chicos se marchan, las chicas se quedan

02: o de cuando “una copita y para casa”
           te dejan sola, fumando, con él, y te das cuenta que no hace más que mirarte el escote 
           que te dice que Lola se ha quedado arriba, que sube a por ella

03: o de cuando te das cuenta de que estás en su casa sin saber exactamente porqué
           resulta que te dice que “deja el bolso por ahí” y entonces empiezas a ser consciente de que estás en su casa, a solas con él y te está pidiendo que te acomodes
           te pide el número y te regala dos invitaciones para "una obrilla que estoy haciendo ahora"
           sales temprano porque tienes obligaciones

04: o de cuando llama y confirma las invitaciones
           te pasas un día entero con risita histérica
           te saluda en la cafetería al nombre de “princesa”
           te diviertes viéndoles actuar y casi no puedes creer haberles tenido tan cerca

05: o de cuando te deja pasear a Lola
           pasa J a nuestro lado y “ahora os veo, chicas”
           y luego resulta que J nos hace de taxista hasta Argüelles
           sus amigos y su casa y la fruta

06: o de cuando “tortuguito” y sus chupitos de ron y Frangélico
           baja y re-insiste
           no apetece pero re-aceptas

07: o de cuando llama y no lo coges
           pregunta por ti cuando no estás

08: o de cuando la despedida


¡Hasta el mes que viene!


A E*, a tortuguito, a los habituales, al Gres, y a PIN! por supuesto, porque sin ella Madrid no tendría sentido. A partir de Septiembre, más y mejor, siempre. 

30 junio 2012

sesenta

"Remordimientos por sinsentidos: Yo te quiero, y te quiero mucho, pero es que... cuanto más lo practico más me doy cuenta de cuánto lo necesito, y ya que tú no me lo das, porquéno buscarlo en otras personas. Y digo que lo "necesito" porque es divertido y sobre todo es sano. Llevaba semanas sin dormir, por primera vez en este tiempo tengo sueño, pero sueño de verdad, de este de quedarte dormida y abstraerte, de olvidar el mundo literalmente, y de eso hacía ya muchísimo tiempo, exactamente el mismo que llevas rondando mi cabeza."

Yo no se de dónde me saco esta intuición, a veces incluso me doy miedo por tanto acierto, pero la verdad es que me encanta que mi capacidad empática funcione. ¿Que entre en materia? Por supuesto, descuidad que la lujuria nunca falta en mis relatos.

Situación, situación… siempre comienzo por poneros en situación pero lo cierto es que esta vez no hay situación, esta historia no tiene antecedentes, esta historia habla de casualidades deliciosas. Después de una noche de fiestas, desfases, amigos y a* volviéndome loca como de costumbre, la pura casualidad quiso que no cogiese aquel taxi, que la bolsa de patatas del “desayuno” alargase la charla con amigos más de lo previsto y finalmente cogiésemos el metro de camino a casa acompañados por el amanecer.

Pues así, esos son todos los antecedentes que puedo contar, porque lo demás fue un vagón de metro en compañía de uno de mis amigos y tres desconocidos hablando de vayaUstedASaberQué. Yo no se porqué hago estas cosas pero me metí en su conversación, mi amigo se dormía y lo último que me apetecía era acabar en la última parada de la línea perdida en la nada, así que me puse a hablar con los desconocidos para no dormirme. Ni siquiera recuerdo de qué hablamos, pero mucho no debió ser porque solo eran tres paradas, la cuestión es que se bajaban en la misma parada que nosotros y la escasa conversación que pudimos tener derivó en un juego de “si me invitas voy” que me acabó llevando a casa de uno de los desconocidos.

-          ¿Sofá o cama?
-          Cama
-          Ponte cómoda

Entró al baño y me quedé observando la casa de un completo desconocido del que no sabía ni su nombre.

No me tomé demasiado en serio el “ponte cómoda” y me limité a quitarme los zapatos. Entonces salió del baño con menos ropa, así, sin más, ropa interior y camiseta negra, luz encendida y entonces fui consciente de cómo era. Era… ay que se me estremecen las entrañas, era muy alto y muy sexy, moreno, rapado, con barba, ojos negros, madurito y una sonrisa que acompañaba una mirada de vicio demasiado hipnótica. Me invitó a la cama y no me quedó más que “ponerme cómoda” (dormir con vaqueros es una incomodidad). Me metí en la cama y luego me besó, empezó a acariciarme y nuestras piernas se entrelazaron. Por el bien de mi estabilidad hormonal no debería hacerlo pero no puedo evitar recrearme en esos besos, qué labios y qué lengua y además un piercing, toda una sorpresa y cuán agradable.

A mi compartir la fiesta con a* ya me tenía bastante alterada, pero es que esto me estaba sobrepasando. Creo que no he ardido más en mi vida y para alguien como yo eso es mucho decir.

Las caricias comenzaron a transformarse en pellizcos, bocados, suspiros ahogados y manos desenfrenadas. La poca ropa que nos quedaba sobraba y en cuestión de segundos adornó el suelo. Sus manos hicieron delicias y yo no podía dejar de mirarle, mirarle fijamente a esos ojos que me devolvían miradas lascivas. Esos dedos sabían exactamente a dónde ir, directos al blanco, casi insoportable. Siempre he sido más de dar que de recibir, pero esta vez no pude resistirme a dejarme hacer, todo se sentía demasiado y un chico con esos conocimientos sobre anatomía femenina no me atrevía a desperdiciarlo.

Disfruté largo rato de sus quehaceres y acabé por incorporarme, aunque por mi habría seguido toda la noche así. Parece ser que no soy la única que disfruta dando placer porque cuando le encontré resultó ardiendo. Su calor me tentó y decidí estar a la altura de sus conocimientos, merecía darle lo mejor que se y parece ser que fue de su agrado. Juegos, posturas, risas y comentarios lascivos se prolongaron hasta el límite soportable y entonces le quise dentro. No pudo más que aceptar la propuesta, esponjoso, ardiendo, mojado, dilatado, le pareció apetecible y se sirvió. “Este hombre sabe demasiado” pensé, y parece ser que a él tampoco le disgustaba. Cambiamos y probamos posiciones a cual más placentera, los mordiscos no cesaron y los gritos ya no se ahogaban, su mirada siempre clavada en mi y cuando cerraba los ojos me pedía que le mirase, solo con verle, con todo su atractivo, dedicándome esas miradas de lujuria desenfrenada, mordiéndose el labio y moviendo su cintura dentro de la mía, me enloquecía más todavía.

Me encontraba sobre él con una mano “ahogando” su cuello, la otra arañándole el pecho y las suyas pellizcando el mío, cuando su petición terminaba en mi boca. Cedí a su propuesta y disfruté viéndole disfrutar, lascivo, vulnerable ante mi lengua. Se cumplió su deseo y volvimos al inicio. Esta vez sus manos resbalaron más, la temperatura había subido, la sensibilidad había aumentado y me estremecía cada milímetro que rozaba. El placer se prolongó más tiempo del que nunca habría imaginado, quería que el orgasmo nunca terminase, me tembló hasta el último músculo del cuerpo, le solté alguna que otra grosería que le hicieron sonreírse vicioso y finalmente me relajé. Quedamos tan exhaustos que el sueño no tardó en invadirnos.

Para entonces habían pasado varias horas desde el amanecer. Dormimos profundamente un tiempo hasta que las hormonas volvieron a despertarnos y no pudimos más que saciarnos de nuevo. Todo continuaba húmedo y ardiente, se repitieron sensaciones similares a las de unas horas antes y una larga conversación, una ducha y un café después salía de aquella casa desconocida, al menos ya sabía su nombre.

“y si, he tenido varios orgasmos, placenteros en extremo, y no me los has dado tú, una pena, porque no sabes los que te pierdes por no dejarme dártelos yo a ti”

22 febrero 2012

cincuenta y cuatro

Menos mal que estoy loca, sino nunca te habría conocido.

Es demasiado pronto para escribirte, pero aunque el tiempo compartido no haya sido excesivo, cuenta lo suficiente como para incubar una historia casi tan larga como nuestra banda sonora.

Loca, como digo, de remate, diría la gente. En el fondo yo no lo creo tanto. Más bien creo que ya necesitaba ser Alejandra (y tú sabes lo que eso significa). La cuestión es que me apetecía escapar y llegaste justo en ese momento, invitándome a un plan algo descabellado que no pude más que aceptar.

Al día siguiente estaba contigo. "Podría haberte dejado tirada", efectivamente, "pudiste", pero no lo hiciste y algo antes ya me decía que no lo harías. En caso contrario no habría ido hasta "dondeCristoPerdióLaChancla" para conocerte.

Antes de conocerte ya te conocía y al conocerte de verdad lo confirmé. En alguna parte del mundo tenía que existir alguien (aparte de R y yoMisma) en cuya mente cupiesen a la vez Cash, Creedence, Luz Casal y Ella Fitzgerald, como ejemplos de buena música (mil perdones a todos los grandes que no nombro, porque entonces esto sería interminable). He tenido la suerte de encontrate y gracias a ello, mi fe en la humanidad no se ha terminado de disipar. 

Tengo que entrar en materia porque sino no me quedaré tranquila. "En materia" digo, porque de esta conexión metafísica podría hablar infinidades, pero es que hasta tú, en persona, como tal, molas. "Cacho" abrazo que me diste nada más verme y monólogo que me soltaste de camino a tu casa (y yo con mi habitual jaqueca taladrándome el cerebro). Aun así te escuché, siempre tienes algo interesante que contarme. Al llegar a casa no podía faltar la música, y nada menos que del tocadiscos. Tendrás que perdonar a esta cabecita porque no se acuerda del disco que pusiste, solo se que me gustó, como toda la música que me pones. Así comenzó esa banda sonora interminable, infinita y eterna que por siempre nos acompañará.

De pronto estábamos en tu sofá, arropados con una manta compartida, el disco se acabó y entonces del ordenador comenzaron a sonar más de catorce horas de música aleatoria. Se me antoja un abrazo, un beso cariñoso y un comienzo demasiado dulce para lo que en los días siguientes sucedería. Unas manos que me tocaron de forma tan repentina como deseada. Por supuesto me dejé tocar y entonces comenzó a sonar "Cigarettes" al son de tus labios en mi cintura. Tal placer recibí que no puede más que, entre gemidos, cantar a ratos una letra ya casi olvidada, y en tu cara esa sonrisa de pillo (aunque siendo honestos, yo lo llamaría más bien "vicio") que me volvía más loca todavía.

Parece ser que esto de la locura es algo contagioso, porque cuando me quise dar cuenta te tenía dentro, todo se había vuelto jugoso, resbaladizo y apetecible hasta tal punto de anular el hemisferio racional de mi cerebro que me decía "precauciones" (tengo que reconocer que con voz de R, siempre será mi conciencia en estas cosas, sabe que en el fondo soy una irresponsable). Como única opción posible el ritual continuó haciendo caso omiso de las recomendaciones de mi conciencia. La confianza se hizo patente cuando deslicé una mano hacia mi cintura mientras jugaba con la tuya, y entonces el placer se dejó venir en forma de contracciones y suspiros que acabaron por relajarme mientras a ti te producían el efecto contrario. Con el relax aumentó la humedad y para entonces tu respiración ya estaba junto a mi cuello y tu cintura sobre mi ombligo.

Ritual satánico debe ser, por ello arderemos eternamente en el infierno, cometiendo semejantes pecados capitales de los que derivan placeres tales que la cordura nos hacen alterar. Y ojalá así sea, lujuria eterna... tú, aquí... "uf" eternamente. Bendito infierno. Si es que ¿ves? hasta me dejas sin palabras. 

No caeré en la recreación de cada momento (creo que sería otro interminable), sobre ello solo añadiré "más y mejor", y con la seguridad de que con la frecuencia mejorará (si es que es posible mejorarlo más aún). 

Luego pasaron dos días más. Encerrados y sin necesidad de contacto con el mundo exterior. Tú, yo y la buena música fuimos más que suficientes. Ni siquiera 39º de fiebre (aunque no tuvieses termómetro, estoy segura de que llegué a alcanzarlos) fueron capaces de persuadirme de la salida al exterior en busca de una farmacia, como siempre digo y mantendré, el sexo es la mejor medicina. Y quedó demostrado, ni con el más fuerte de los medicamentos me hubiese sentido mejor al día siguiente.

Cuenca seguirá ahí y pronto la visitaremos, cuando mi salud decida portarse bien conmigo. Cuentas pendientes con terceras personas ya se saldarán, y para siempre sabes que mi casa (y mi cama especialmente) estará abierta para tí.

De tu primer recuerdo me quedaré con esa sensación de no poder parar de reir, con toda la música, con tu sonrisa, con tu interés, con la sensación de ser yo, con la ilusión de San Pedro, con Libertad, conmigo misma, porque sabes que en el fondo contigo me encontré. En esta ocasión, palabras es lo que sobran. Cada momento, cada conversación contigo, lo deja todo escrito.

Sin más que añadir, firma: tu musa.


27 enero 2012

treinta y ocho

Un año, casi un año que no te veía. El mismo tiempo que llevaba sin un orgasmo de ese calibre. Tu flor sigue colgando de mi pared y tu recuerdo no se disipó por mucho tiempo que pasase. Demasiada intensidad para olvidarte. 

Una locura de noche con amigas que acabó en aquellas fiestas, bebiendo, cantando y bailando, todo en exceso. Una orquesta de pueblo al son de buena música y un grupo de chicos graciosillos que por allí andaban. 

Inexorablemente tenía que conocerte. Fue la típica conversación circunstancial en la que analizas con tu mejor amiga a los chicos que tienes alrededor. Sus ojos siempre anda en jovenzuelos, los míos... te vieron a ti. 

Nuestros gustos musicales hicieron el resto. Creo que siempre les agradecí (a la orquesta, digo) que tocasen Extremo en ese momento, si no hubiese sido por ese "Jesucristo García" que tanto nos emocionó, probablemente todo se hubiese quedado en "un chico simpático". Tanto nos emocionó a nosotras que nos fuimos delante a cantar como posesas a voz en grito (menuda ronquera al día siguiente) y lo siguiente que recuerdo es que me tenías cogida por el hombro, tu cara a dos centímetros de la mía y cantábamos los dos la misma canción. Creo que nunca recordé en qué momento pasé de estar cantando con Laura a tenerte TAN cerca.

A partir de ese momento cada vez recuerdo menos. Recuerdo que seguimos hablando con vosotros, que de pronto fui consciente de que la orquesta hacía rato había dejado de sonar y que todo ese tiempo lo había pasado hablando contigo. Te acercaste demasiado, descarado y directo, como a mi me gusta y entonces la escusa fue traerme a casa. Se sucedieron una serie de intentos fallidos de sexo alcoholizado y al final simplemente hablamos. Hablamos muchas horas, en la misma puerta de casa, justo cuando me dejabas comenzamos una interminable conversación a la que tuve que poner fin porque tenía clase en un rato y necesitaba al menos una ducha de agua fría para aguantar las seis horas correspondientes. 

No me creerás, pero ni siquiera se me pasó por la cabeza la posibilidad de que podrías llamarme. Si, nos dimos los teléfonos, como tantos otros que tengo en mi agenda de los que no recuerdo ni cara, ni lugar, ni noche... Pero tú lo hiciste, y al día siguiente (inaudito). Estaba en clase cuando me sorprendió tu llamada y te parecerá mentira, pero me dió un vuelco el corazón. Son estas cosas ñoñas que me dan a veces, en el fondo sabes que soy mujer. Me sacaste de clase y me tomé el resto libre. Hasta la siguiente. Solo tenía veinte minutos, pero no te importó, viniste hasta la uni y me escapé contigo, a hablar, claro, a seguir aquella conversación que menos de veinticuatro horas antes habíamos empezado, ya sobrios y yo avergonzada. 

Volvimos a hablar, inevitablemente llegué media hora tarde a la siguiente clase, ¿cómo terminar una conversación contigo? nunca he sabido hacerlo, siempre nos cortan las obligaciones, si no fuese por éstas podríamos estar hablando hasta el fin de los tiempos. 

Después volviste a llamar. Esta vez una mañana de sábado que yo no tenía (o no quería) mucho que hacer. En cualquier caso la opción de volver a verte se había convertido en la más cotizada por mis hormonas. En un rato apareciste y lo demás fue fantasía. 

Ya hace tiempo de aquello y TAN buenos recuerdos de otras veces han borrado la exactitud de mi memoria. Recuerdo algo bonito, algo que en ese momento necesitaba, cariño, sin compromiso, pero cariño, y mucho deseo, un deseo que nos hacía arder y respirar profundo. 

A partir de aquí mi memoria se difumina, siempre te he dicho que tengo memoria de pez, es verdad, por eso hago listas, por eso viste aquel archivo de mi ordenador en el que te escribí, porque puedo olvidar los momentos más importantes y recordar hasta el más insignificante, por eso los importantes siempre los escribo, es una forma de no olvidar. Pero aquella lista la perdí y en mi memoria ya no tengo todos tus momentos. Solo algunos que para mi fueron tus importantes (y si tú recuerdas alguno más estaré eternamente agradecida si me los cuentas).

El primero de ellos pasa por problemas, una mala racha, otra interminable conversación y una mañana tirados en la cama simplemente hablando. No recuerdo cuales eran, pero recuerdo que yo también los tenía, alguna lágrima solté y tu hombro estuvo ahí. El mío también para ti, como siempre lo ha estado y lo estará. 

Me vas como en fascículos, y el siguiente habla de evasiones, de puntos y aparte, de irrealidades que nos hacen parecer un sueño. De escapar de la propia vida para tener un ratito de paz, de tranquilidad con alguien completamente ajeno a una vida cotidiana y rutinaria. De desahogo y risas. Habla también de más deseo, de lujuria desenfrenada que estalló en una ducha con agua hirviendo y cuerpos más ardientes. De juegos entre el agua, de besos húmedos y sensaciones resbaladizas, de un culito prieto (no puedo evitar hablar de tu culo... me encanta) que ¡ay! qué ganas de cogértelo me entran al acordarme. De una reflexión post-placer que nos dejó silenciosos, a mi al menos contemplando la posibilidad de no tener que volver a la 
realidad.

Llegados a este punto mi memoria se enloquece y estremece al resto de mi cuerpo solo de pensarlo. AQUEL orgasmo. No recuerdo exactamente el día, ni el antes ni el después, ni tampoco porqué te dejé, pero menos mal que lo hice. De ese día solo retengo unos minutos que no sabes cuántos momentos de soledad han salvado. Y para colmo, después de un año sin verte, vas y lo repites. Un mordisco que te dejó marca más de una semana fue mi reacción la primera vez. Reacción producto de "guardar silencio" por respeto a mis compañeros, porque si no te hubiese mordido me habrían escuchado en Timbuktú. "Te odio" fue mi respuesta de ayer, y creo que esto tengo que explicártelo, porque no supe responderte cuando en ese momento me preguntaste. "Te odio" porque sí, porque me haces vulnerable, porque sabes mis puntos débiles, porque yo siempre tengo el control y contigo lo pierdo, porque te dejo hacer cosas que nunca, bajo ningún concepto concedo, porque me vuelves loca de verdad, porque se me va la olla contigo, porque soy yo, y yo en realidad nunca soy yo (pongo demasiado cuidado en no serlo), porque me conoces de verdad, porque eres un margen y yo te quiero en todas mis páginas, al margen, pero ahí, y se que no puedes estar porque tienes una vida y en el fondo yo también y solo somos puntos y aparte, aunque en realidad qué bien se viviría en esos apartes del mundo.

Luego guardo dos recuerdos más. Que realmente no los guardaba, más bien se me han dejado venir mientras te escribía, y creo que ambos son de la última vez que nos vimos (hace casi un año). El primero nos sitúa en mi cama, desnudos tras un no-sexo. Demasiadas cosas importantes de las que hablar, demasiadas miradas que compartir y caricias por ofrecer, excesivo cariño comparado con las primeras promesas que nos hicimos de "no te enamores de mí". Me pareciste un pretencioso cuando me lo dijiste, te dije que no lo haría y no lo hice, pero no puedo evitar quererte muchísimo y me permito tener la seguridad de que es recíproco. En esa cama crucé contigo miradas que hablaron más que muchas conversaciones, y finalmente una frase tuya lo tradujo: "¿porqué no te conocí hace unos años?". Cuán diferente hubiese sido todo, ¿no?

Un último recuerdo, y este si que tengo la certeza de que fue la ultima vez que te ví, porque lo sentí, y casi me dolió. Después de tantos buenos momentos no podías marcharte. Después de haber llamado justo al día siguiente nada más conocerme, no podías así, sin más, irte y no volver, y entonces te creí cuando me dijiste que iríamos el fin de semana a Segovia. Un año viéndonos exclusivamente en mi habitación y de pronto ¡a Segovia! pues sinceramente, me hubiese gustado. 

Al poco tiempo escuché en algún sitio que en Madrid, llevar a una chica a Segovia ha sido siempre la manera de "formalizar" una relación. No pude menos que sonreirme en ese momento. 


¿Te imaginas?